lunes, 23 de abril de 2018

DILES QUE VAYAN A GALILEA

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Hola a todos.

En este tiempo pascual, recordamos las palabras que Jesús dijo a María Magdalena en su primera aparición después de resucitar: "Ve a decir a mis hermanos que vayan a Galilea, allí me verán".

Dicen los exégetas, los estudiosos de la biblia, que "ir a Galilea" es volver a los orígenes, repasar las acciones de la vida pública de Jesús con los ojos puestos en la pasión, muerte y resurrección.

Volver a Galilea es, por tanto, tras el momento traumático de la muerte de Jesús, repasar su vida pública, recordar sus palabras, sus acciones y sus promesas, y comprender su sentido pleno.

Los discípulos, después de la muerte del Maestro, están tristes, desesperados por lo que parece que ha sido una falta de cumplimiento de las promesas que Jesús les había hecho.

Por eso, Jesús les envía recado: "He resucitado, no os he dejado, pero no lo vais a entender si no volvéis a vivirlo de nuevo". Recordad, les dice, todo lo que vivimos juntos, la felicidad que sentisteis, lo bueno que visteis, y eso os ayudará a no sentir mi ausencia, a trabajar por hacer presente el Reino de mi Padre.

Y, ese recado nos lo sigue enviando hoy: "Id a Galilea".

¿Por qué no ir también nosotros a Galilea?

Pero, ¿dónde se encuentra mi Galilea, si yo nunca he estado en tierra santa?



Madre Dolores fue a Galilea. Ella supo y nos lo enseña a nosotros. En una anotación de conciencia escribe: "El día del Sagrado Corazón de Jesús es de grato recuerdo para mí, parece que el Señor me dio nuevas fuerzas". "Es de grato recuerdo", eso quiere decir que con gusto vuelve a ese momento. Y lo hace con gozo, con la alegría del que sabe "volver a Galilea" cuando es necesario, cuando las fuerzas faltan, cuando la vida se hace dura, cuando lo que le rodea le resulta agreste, contrario, difícil y arduo. 

Madre Dolores volvía a Galilea y en su particular Galilea encontraba la fuerza para poder caminar, para poder seguir adelante. Podemos estar seguros de que, en los días de soledad en Madrid, buscando casa y la aprobación de la congregación, recordaría a Madre Rosario y a las jóvenes acogidas; recordaría los buenos momentos y los momentos de gracia en que había sentido la llamada a dejar la vida tranquila del claustro y cambiarla por la ajetreada de hacer de madre de las jóvenes más necesitadas de su amor.

¿Cuál es mi Galilea?, ¿dónde puedo ir para encontrar a Jesús Resucitado en mi vida?

Busquemos en nuestros recuerdos. 

Revolvamos el baúl en el que atesoramos los recuerdos de la infancia, de la juventud, incluso de la edad adulta.

Seleccionemos nuestros recuerdos de Galilea. Aquellos momentos en que sentimos la presencia de Dios. A lo mejor una oración con nuestros padres o con abuelos, en el colegio o en catequesis. Algún momento en la capilla del colegio.

Momentos en los que sentimos la presencia de Dios cercana, amable. 

Recordemos lo que sentimos cuando encontramos una mano amiga que nos ayudó después de alguna caída. Pudo ser una caída en el patio del colegio, o en la calle, o en el parque... Pudieron ser nuestros padres los que nos levantaron, u otro familiar, o alguna persona desconocida. 

Volvamos a vivir la presencia de Jesús al que vimos cercano, a lo mejor el día de nuestra primera comunión; de nuestra primera semana santa, de nuestra primera oración consciente.

Revivamos la fuerza que sentimos aquel día que estábamos cansados y llamamos a Dios para que nos ayudara, porque no sabíamos qué hacer.

O aquel silencio habitado que experimentamos en alguna ocasión al entrar en una iglesia vacía y callada.



Guardemos nuestra particular Galilea en un cajón aparte, separados esos recuerdos del "cajón de sastre" que puede llegar a ser nuestra memoria. Y volvamos a menudo a encontrarnos con el Señor que nos ha ido acompañando.

Porque el "ir a Galilea" es para recuperar la esperanza en momentos de desesperanza; para recuperar la fuerza en momentos de debilidad. Si Dios estuvo aquel día conmigo; aunque hoy no le vea. ¿Por qué va eso a significar que me ha abandonado?

Jesús, en su pasión, cuando sintió el abandono del Padre, yo creo que también volvió a su "Galilea" personal. También tuvo que volver a recordar sus propias experiencias del amor de Dios. Aquellas experiencias que, como hombre, le hicieron reconocer a Dios como Padre, como Abbá.

Quiero imaginar que Jesús, al ver a su Madre al pie de la cruz, trajo a su memoria sus recuerdos de la infancia, de la juventud en el taller de Nazaret. El recuerdo de la narración que le hicieran sus padres de cuando tuvieron que huir a Egipto, de cuando le contaron cómo Dios le había salvado en aquel momento de Herodes. Tuvo que volver a recordar la cara de preocupación de sus padres cuando con doce años se quedó en el templo de Jerusalén, y descubrió el gran amor que le tenían, que no le habían abandonado, que habían estado buscándole por tres días. Imagino que esos recuerdos le reconfortaron y le ayudaron a decir "En tus manos encomiendo mi espíritu"

Si durante los momentos pasados no me abandonaste, Señor; ¿por qué me vas a dejar solo ahora?

Por eso es tan importante volver a Galilea. ¡Buscadla!, está ahí. No paréis hasta encontrar la Galilea de vuestras vidas, que en ello nos va la vida de ahora.

Y ¡volved a Galilea!, que allí os está esperando el Señor, para recordaros cuánto os ama, cómo os cuida, cómo os protege.

Tenéis vuestra propia Galilea, ¡volved a ella!, que en ella os espera Dios.

Hoy os propongo escuchar, en clave de Galilea, la canción del grupo de Ain Karem titulada "Como la cierva". Y os propongo escucharla dos veces, es una canción muy cortita, y así profundizar un poco más en el mensaje de este salmo 42, que es tan hermoso.
Como la cierva que busca corrientes de agua
mi alma te busca a ti, Dios de mi vida.

Cuando volveré a ver tu rostro mi Dios.
De ti siento nostalgia.

¿Por qué me encuentro abatido?, esperaré en ti.
Tú eres mi Dios y mi vida.

De día me brindas tu amor. De noche te cantaré.
Mi oración, mi vida es para ti.

Vayamos a nuestra Galilea a buscar, como la cierva, la corriente del agua viva que es Dios.

¡Feliz tiempo Pascual!