martes, 26 de junio de 2018

EL DIOS DE LA BRISA SUAVE

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Hola a todos.

En estos días hemos leído, en el primer libro de los Reyes, la vida de Elías, el más grande profeta de Israel. Su historia es muy entretenida, y os recomiendo leerla, a partir del capítulo 17 de dicho libro (el primero de los Reyes).

Resulta que en tiempos de Elías el pueblo se había dedicado a creer más en otros dioses (a los que llamaban "Baales") que en Yahvé, el Dios de Israel. Y, como la forma de comunicación entre los dioses y los hombres eran los profetas, Baal tenía muchísimos profetas, porque a todo el pueblo le gustaba acudir a los ellos para preguntar por el futuro y para pedir oraciones por sus negocios, sus cosechas, sus familias, etc., etc.

Pues bien, los profetas de los Baales no sólo fueron aumentando, sino también haciéndose más poderosos y más fuertes. Y comenzaron a perseguir a los profetas de Yahvé, que fueron muriendo o escapando para esconderse, abandonando así "el oficio". Así pues, al final, solo quedaba Elías como profeta de Yahvé.

Parece ser que Elías, que quería mucho al Señor, se pilló un mosqueo enorme contra los profetas de los Baales y les demostró que el único Dios era el Señor, y no Baal. Para eso, convocó a los profetas de Baal y les dijo que si conseguían con sus rezos que los Baales quemaran sus ofrendas, entonces los Baales serían Dios, y no Yahvé.

Pero, claro, los Baales no lo hicieron. Entonces Elías echó mucha, muchísima agua sobre su ofrenda, e invocó a Dios. Y Dios, con un rayo, secó el agua, quemó la madera mojada y el toro, que era la ofrendas, y no quedaron más que cenizas.

Entonces el pueblo, enloquecido, mató a los 450 profetas de Baal.

Pero la reina, que era la que había contratado a los profetas, se enfadó contra Elías y dijo que lo iba a matar.

Perseguido, Elías salió huyendo, y estuvo huyendo durante cuarenta días y cuarenta noches, hasta que encontró una cueva oculta y se escondió allí, en la montaña, hasta que pasara lo que hoy diríamos "la mala racha".

Pero cuando estaba escondido y con miedo, escuchó la voz de Dios que le preguntó qué hacía. Él le dijo a Dios (¡cómo si Dios no lo supiera ya!) que estaba muy preocupado por el pueblo, que había dejado de creer en Dios, que habían matado a todos los profetas de Dios excepto a él, y que le perseguían para matarle".

¿Os dais cuenta de que no dice que ha hecho que maten a los profetas de Baal?

Pero Dios no se deja engañar, y le dijo que se asomara a la boca de la cueva, que iba a pasar por allí.

Elías salió a la entrada y entonces hubo un huracán fortísimo;pero Dios no estaba en el huracán; y eso que las hasta las montañas temblaban ante el huracán. Después hubo un terremoto grande; pero Dios no estaba tampoco en el temblor de tierra. A continuación hubo un incendio enorme, pero en el fuego no estaba Dios.



Finalmente, hubo una brisa suave. En la brisa suave Elías descubrió a Dios, y se cubrió la cara y adoró a Dios. Y Dios le volvió a preguntar qué era lo que hacía allí. Y Elías le volvió a contar a Dios que le perseguían y tal. Y entonces, sólo entonces, Dios le dijo lo que tenía que hacer.

Para mí siempre era un interrogante por qué Dios le preguntaba dos veces a Elías lo mismo: "¿Qué haces aquí?", ¿es que Dios no lo sabía ya?, ¿es que estaba sordo y no se enteraba a la primera?...

¿Por qué tienen que pasar un terremoto y un tornado y un incendio?, ¿por qué sólo después de la brisa suave Dios le dice a Elías lo que tiene que hacer?

Dios le está dando una lección a Elías. Elías ha comprometido a Dios haciéndole que demuestre que es Dios, pero al modo de Elías, con un rayo superpoderoso, no al modo de Dios. Y Dios le enseña su verdadera manera de actuar: Dios está en la brisa suave.

Sin la primera parte del relato, en la que vemos cómo Elías podríamos decir que "se pone chulo" ante los profetas de Baal, comprometiendo a Dios a hacer lo que dice Elías, mostrando sus "superpoderes"; sin saber que a Elías lo persiguen y por qué (por haber hecho matar a los 450 profetas), no se puede entender por qué Dios le pregunta dos veces a Elías, ni tampoco por qué hace pasar un terremoto, un huracán y fuego, para hacerse presente en la brisa.

Le está diciendo a Elías que, aunque Él es dueño de todo, su modo de actuar no es el que ha tenido Elías; Dios acompaña a la brisa suave.

Y, a lo mejor os preguntáis a qué viene tanta introducción. La verdad es que a mí siempre me ha interrogado este texto, pero ahora, comparándolo con mi modo de actuar, me siento bastante identificada con Elías.

¿Cuántas veces no me enfado porque la gente no hace las cosas como yo quiero?, ¿cuántas veces quiero cambiar "casi a la fuerza" a quienes me rodean?, ¿cuántas quiero que Dios haga "milagritos", o "milagrotes", para demostrar que yo llevo la razón?

El modo de actuar de Elías es bastante común entre nosotros; ¿no os parece? En muchas ocasiones, como Elías, tiramos la piedra, y cuando vemos que los resultados no son los que creíamos, escondemos rápidamente la mano. Y le protestamos a Dios: "Señor, yo quiero que la gente haga lo correcto, pero nadie me hace caso, e incluso se meten conmigo".

Y cuando digo "la gente", también digo mi hermana de comunidad, mi esposo o esposa, mis hijos, mis jefes (que, por cierto, "¡mira que se empeñan en hacer mal las cosas!, ¡no sé cómo han llegado a ser jefes!"), mis compañeros de trabajo, etc., etc.

Pero Dios se empeña en que no está en el huracán, ni en el terremoto, ni en el fuego.

O sea, que me toca "aguantar" que la cizaña siga creciendo con la buena semilla (que, no sé cómo lo hago, pero siempre la tengo yo), y los demás la cizaña.

Vaya, vaya, pero creo que Madre Dolores sí que supo que Dios es el Dios de la brisa suave, que es el Dios paciente, que nos mira con cariño y comprende nuestras malas acciones y, acariciándonos con esa brisa suave que le acompaña, espera pacientemente que vayamos cambiando, poquito a poquito, para convertirnos nosotros también en esa brisa suave que no apaga el pábilo vacilante, ni casca la caña quebrada.

¿Será posible que ante "los profetas de los Baales", las personas que no opinan, que no obran según mi ideal de bondad y de entrega a Dios, que me relegan a un segundo puesto, como hicieron sus Hijas con Madre Dolores, que me tratan, a veces, bastante mal, que otras veces ni tan siquiera me ven, y me parece ser invisible, ante esas personas que parecen no adorar al mismo Dios misericordioso que yo, actuemos del mismo modo que actuó Madre Dolores?

¿Será posible que me acuerde del "Dios de la brisa suave" cuando quiero cambiar la historia a mi gusto?, ¿y cuando quiero manipular a Dios para que las cosas "se hagan bien", es decir, como a mí me parece que están

Sería bueno traer a la mente al Dios de la brisa suave, que le enseña a Elías que hay que ser profeta, pero suavemente, dando ejemplo, y amando siempre, como Madre Dolores en los años que estuvo relegada del gobierno de la Congregación, dejando a Dios actuar, dejando que sea Dios, y no nosotros, el que lleve el curso de la historia.

Pero eso nos resulta difícil. A veces muy difícil.

Por eso os invito a reflexionar en la historia de Elías y la brisa suave, y a hacer crecer vuestra confianza en Dios, que al fin y al cabo, como Elías les demostró a los adoradores de los baales, es el único y verdadero Dios, el que envió a su Hijo, el que es paciente conmigo, y no me mata cada vez que lo hago mal.

La canción con la que hoy os invito a meditar también es del grupo Ain Karem, y se titula "Ardo en celo". Nos narra lo que hemos comentado del libro de los reyes; quizá demasiado literalmente para lo que a mí me hubiera gustado; pero con ella os invito a descubrir a este Dios de la brisa suave que no rompe la caña cascada ni apaga la vela vacilante.




Pidamos a Dios que su presencia constante en nuestras vidas nos haga menos intransigentes y más pacientes, para ser más como Él.

Felices vacaciones a quienes las comienzan, y feliz mes de julio a todos.

viernes, 18 de mayo de 2018

EN AYUDA DE NUESTRA DEBILIDAD

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Hola a todos.

El día de Pentecostés, a los cincuenta de la resurrección de Jesús, celebramos la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles.

En la homilía del día de la Ascensión, el sacerdote nos contó un cuento, en el que, tras subir Jesús al cielo, los ángeles le rodeaban y empezaban a preguntarle sobre su estancia en la tierra, sobre cómo había sido eso de sentir como sienten los hombres, de nacer, de jugar, caer y levantarse, de trabajar y sentir el amor al modo humano. Decía que Jesús les iba contando cosas de sus padres, de Nazaret, etc.

También le preguntaban los ángeles cómo había sido eso de padecer, de sufrir, de sentir soledad y desolación. Y Él, pacientemente, les iba respondiendo a todos.

Cuenta el cuento que, en un momento dado de la conversación, se acerca el arcángel Gabriel y le pregunta. Bueno, Señor, y ahora, ¿quién va a continuar la obra de establecer el reino de Dios en la tierra? Y que Jesús le responde. ¡Pues ellos!, los discípulos.

Dicen, que el arcángel se echó a reír, exclamando: ¿¡Esos!?, ¿unos pescadores cobardes?, ¿quizá Pedro, que te negó tres veces?, ¿o esa prostituta?, ¿los que gritaron que te mataran, porque todos los demás gritaban?, ¡venga ya!, ¿los que se escondieron?, ¿los que te buscaban para tener buenos puestos en tu reino?, ¡venga ya, Jesús!, que no me lo puedo creer que esos vayan a poder hacer realidad del reino de tu Padre en la tierra. ¡Tendrás un "plan B"! Porque tienes un "plan B". ¿No?

El arcángel se quedó mirando a Jesús, que seguía tan tranquilo, como cuando le llevaron a la adúltera y Él se entretenía pintando en el suelo. Finalmente, con una sonrisa, Jesús contestó a Gabriel: Pues no, no tengo un "plan B". Ellos son los que van a hacer presente el reino de mi Padre en la tierra.

Les enviaré mi Espíritu y, con su ayuda, harán vida la buena noticia del reino. Pero no de golpe, sino como la semilla que se siembra y poco a poco va creciendo.

Yo confío en ellos, con sus debilidades y con sus dificultades. Los conozco, porque me los ha dado mi Padre, y sé cómo es cada uno; por eso también sé que, con la ayuda de mi Espíritu Santo, podrán llevar a cabo su misión.
El Espíritu acudirá en ayuda de su debilidad.

Y es que Jesús no tiene un "plan B". Se fía de nosotros. Y se fía tanto, que nos ha ido dejando la responsabilidad de hacer presente el reino en cada lugar en que nos encontramos. Sea en casa, o en el trabajo, o con los amigos, acompañando a un familiar enfermo o a alguna persona que sufre. Sea como misioneros en países lejanos al nuestro, o como misioneros en la misma ciudad en la que nacimos. Porque misión es nuestra vida si la llevamos a cabo desde el mensaje del amor de Jesús.

¿Que somos débiles?, ¡pues claro que lo somos!, eso Jesús ya lo sabía cuando nos amó primero.
¿Que metemos la pata?, ¡por supuesto!, por eso el Señor avisó que hay que perdonar no siete veces, sino setenta veces siete.

Creo que con este cuento, y con el recuerdo que nos trae Pentecostés de que contamos con la presencia del Espíritu Santo en nuestras vidas, Espíritu que viene en ayuda de nuestra debilidad, podemos mirar de otro modo las cosas.

Jesús no tiene "Plan B", es decir, se fía de mí. Y se fía de quien está junto a mí.

Eso fue lo que hizo que Madre Dolores aceptara no ser ella la Superiora General de la Congregación desde el año 1886. Sabía que todo el plan era de Dios. Confiaba en el "buen criterio" de Dios, y también sabía perfectamente que la salvación pasó por la cruz.


Patio del Sagrado Corazón, en el que se encontraba el "De Profundis", en el convento de Santa Isabel,
donde Madre Dolores pasó los últimos años de su vida.
No creo que ella pensara que Madre Salud la traicionaba, ni que era su "Judas". A lo mejor, en algún momento pensó que con esa forma diferente de hacer las cosas que tenía Madre Salud, no se estaba siendo completamente fiel al plan que ella había percibido ser la voluntad de Dios para la Congregación. No lo sé. De lo que sí estoy segura es de que ella aceptó que la voluntad de Dios no siempre coincide con lo que me gusta; con aquello que me hace sentir bien.

También estoy segura de que, aunque Madre Salud no la trató como debiera haberlo hecho, la forma en que lo vivió Madre Dolores, fue la correcta.
Madre Dolores aprendió, sufriendo, como Jesús, a obedecer; y por eso, su cruz y su muerte trajeron resurrección y Espíritu, Pascua y Pentecostés,  a la Congregación y a cuantos nos sentimos Filipenses hijos e hijas de María Dolorosa..

Los que están a mi lado no son perfectos, meten muchas veces la pata. (Yo también, pero ahora no estoy hablando de mis equivocaciones, sino de los de los demás).

Los que viven conmigo muchas veces me hacen sufrir: Porque no hacen las cosas como yo creo que deben hacerse, porque no tienen mis gustos, o porque, en ocasiones, aunque no tantas como nos gusta pensar, están completamente equivocados.

Me hacen sufrir y entonces creo que el plan de Dios ya no va a funcionar, que Dios tendrá que tener un "plan B". Me digo: ¡Yo hago todo lo que puedo!, pero ... ¡los demás! Los demás dejan mucho que desear.

Pensar así es no confiar en "el buen criterio" de Dios, que les ha amado, les ha llamado a la fe y a la vida, y es el primer interesado en que obren bien.

El Espíritu Santo viene en ayuda de nuestra debilidad. Si creemos que Jesús envió su Espíritu, como afirmamos en el credo; ¿podremos esforzarnos un poco y fiarnos de Él?

Cuando mi hermana, mi amigo, mi marido o mi mujer; cuando mis hijos o mis compañeros no responden a mis planes... ¿Por qué no pienso que Jesús no tiene un plan B?

Eso me ayudará a mirarles de otra manera; a aceptar que se equivocan, al menos, tantas veces como yo. Y... ¡Si Dios se fió de mí!, si se fió de ellos, ¿por qué no voy yo a poder pensar que, por esos errores, y por lo que yo maduro cuando acepto esos errores como parte de la vida, pasa el establecimiento del Reino de Dios en la tierra?

¿No podrá Dios, por medio de su Espíritu, poner lo que falta por sus debilidades?

No sé si alguna vez habéis hecho un examen y habéis pensado después: "Bueno, Señor, yo he hecho lo que he podido, ahora, échame tú una mano, y, si es necesario, arregla lo que yo he puesto mal".
Yo lo he pensado y orado muchas veces; no sólo tras los exámenes, también cuando termino de preparar un trabajo, o tengo que hablar con alguien, o... Le digo: Yo ya he puesto mi parte, ahora, pon la tuya. Somos un equipo.

Y, si el Señor lo hace por mí, corrigiendo mis errores, ... ¿por qué no pedírselo para los demás?

El Espíritu Santo viene en ayuda de mi debilidad; pero también en ayuda de la debilidad de mi hermano. No olvidemos que Jesús no tiene plan B. Fiemonos de Él.

Os invito a llamar al Espíritu para que venga en ayuda de vuestra debilidad. No es fácil la vida; pero si vamos creciendo, poco a poco, es hermosa. Pongámosla en sus manos.

Admirémonos del amor de Dios, que no tiene plan B, escuchando la canción "Dios fiel" del grupo Ain Karem.

Pero, ¿cómo es posible que tú vengas hasta mí?
Pero, ¿cómo es posible que camines a mi lado?
Pero, ¿cómo es posible que hagas fiesta desde mi pecado?
Pero, ¿cómo es posible que me elijas a mí?

Pero, ¿cómo es posible que tú vengas hasta mí?
Pero, ¿cómo es posible que camines a mi lado?
Pero, ¿cómo es posible que hagas fiesta desde mi pecado?
Pero, ¿cómo es posible que me elijas a mí?

Todo, todo es posible para Dios.
Todo, todo es posible para Dios.
...
Tus caminos no son los nuestros.
Tú el Dios desconcertante y fiel.

Todo, todo es posible para Dios.
Todo, todo es posible para Dios.
...
Tus caminos no son los nuestros.
Tú el Dios desconcertante y fiel.
¡Tú!, el Dios desconcertante y fiel.

Disfrutad del tiempo del Espíritu, y dejaos desconcertar por Dios.
Un abrazo.

lunes, 23 de abril de 2018

DILES QUE VAYAN A GALILEA

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Hola a todos.

En este tiempo pascual, recordamos las palabras que Jesús dijo a María Magdalena en su primera aparición después de resucitar: "Ve a decir a mis hermanos que vayan a Galilea, allí me verán".

Dicen los exégetas, los estudiosos de la biblia, que "ir a Galilea" es volver a los orígenes, repasar las acciones de la vida pública de Jesús con los ojos puestos en la pasión, muerte y resurrección.

Volver a Galilea es, por tanto, tras el momento traumático de la muerte de Jesús, repasar su vida pública, recordar sus palabras, sus acciones y sus promesas, y comprender su sentido pleno.

Los discípulos, después de la muerte del Maestro, están tristes, desesperados por lo que parece que ha sido una falta de cumplimiento de las promesas que Jesús les había hecho.

Por eso, Jesús les envía recado: "He resucitado, no os he dejado, pero no lo vais a entender si no volvéis a vivirlo de nuevo". Recordad, les dice, todo lo que vivimos juntos, la felicidad que sentisteis, lo bueno que visteis, y eso os ayudará a no sentir mi ausencia, a trabajar por hacer presente el Reino de mi Padre.

Y, ese recado nos lo sigue enviando hoy: "Id a Galilea".

¿Por qué no ir también nosotros a Galilea?

Pero, ¿dónde se encuentra mi Galilea, si yo nunca he estado en tierra santa?



Madre Dolores fue a Galilea. Ella supo y nos lo enseña a nosotros. En una anotación de conciencia escribe: "El día del Sagrado Corazón de Jesús es de grato recuerdo para mí, parece que el Señor me dio nuevas fuerzas". "Es de grato recuerdo", eso quiere decir que con gusto vuelve a ese momento. Y lo hace con gozo, con la alegría del que sabe "volver a Galilea" cuando es necesario, cuando las fuerzas faltan, cuando la vida se hace dura, cuando lo que le rodea le resulta agreste, contrario, difícil y arduo. 

Madre Dolores volvía a Galilea y en su particular Galilea encontraba la fuerza para poder caminar, para poder seguir adelante. Podemos estar seguros de que, en los días de soledad en Madrid, buscando casa y la aprobación de la congregación, recordaría a Madre Rosario y a las jóvenes acogidas; recordaría los buenos momentos y los momentos de gracia en que había sentido la llamada a dejar la vida tranquila del claustro y cambiarla por la ajetreada de hacer de madre de las jóvenes más necesitadas de su amor.

¿Cuál es mi Galilea?, ¿dónde puedo ir para encontrar a Jesús Resucitado en mi vida?

Busquemos en nuestros recuerdos. 

Revolvamos el baúl en el que atesoramos los recuerdos de la infancia, de la juventud, incluso de la edad adulta.

Seleccionemos nuestros recuerdos de Galilea. Aquellos momentos en que sentimos la presencia de Dios. A lo mejor una oración con nuestros padres o con abuelos, en el colegio o en catequesis. Algún momento en la capilla del colegio.

Momentos en los que sentimos la presencia de Dios cercana, amable. 

Recordemos lo que sentimos cuando encontramos una mano amiga que nos ayudó después de alguna caída. Pudo ser una caída en el patio del colegio, o en la calle, o en el parque... Pudieron ser nuestros padres los que nos levantaron, u otro familiar, o alguna persona desconocida. 

Volvamos a vivir la presencia de Jesús al que vimos cercano, a lo mejor el día de nuestra primera comunión; de nuestra primera semana santa, de nuestra primera oración consciente.

Revivamos la fuerza que sentimos aquel día que estábamos cansados y llamamos a Dios para que nos ayudara, porque no sabíamos qué hacer.

O aquel silencio habitado que experimentamos en alguna ocasión al entrar en una iglesia vacía y callada.



Guardemos nuestra particular Galilea en un cajón aparte, separados esos recuerdos del "cajón de sastre" que puede llegar a ser nuestra memoria. Y volvamos a menudo a encontrarnos con el Señor que nos ha ido acompañando.

Porque el "ir a Galilea" es para recuperar la esperanza en momentos de desesperanza; para recuperar la fuerza en momentos de debilidad. Si Dios estuvo aquel día conmigo; aunque hoy no le vea. ¿Por qué va eso a significar que me ha abandonado?

Jesús, en su pasión, cuando sintió el abandono del Padre, yo creo que también volvió a su "Galilea" personal. También tuvo que volver a recordar sus propias experiencias del amor de Dios. Aquellas experiencias que, como hombre, le hicieron reconocer a Dios como Padre, como Abbá.

Quiero imaginar que Jesús, al ver a su Madre al pie de la cruz, trajo a su memoria sus recuerdos de la infancia, de la juventud en el taller de Nazaret. El recuerdo de la narración que le hicieran sus padres de cuando tuvieron que huir a Egipto, de cuando le contaron cómo Dios le había salvado en aquel momento de Herodes. Tuvo que volver a recordar la cara de preocupación de sus padres cuando con doce años se quedó en el templo de Jerusalén, y descubrió el gran amor que le tenían, que no le habían abandonado, que habían estado buscándole por tres días. Imagino que esos recuerdos le reconfortaron y le ayudaron a decir "En tus manos encomiendo mi espíritu"

Si durante los momentos pasados no me abandonaste, Señor; ¿por qué me vas a dejar solo ahora?

Por eso es tan importante volver a Galilea. ¡Buscadla!, está ahí. No paréis hasta encontrar la Galilea de vuestras vidas, que en ello nos va la vida de ahora.

Y ¡volved a Galilea!, que allí os está esperando el Señor, para recordaros cuánto os ama, cómo os cuida, cómo os protege.

Tenéis vuestra propia Galilea, ¡volved a ella!, que en ella os espera Dios.

Hoy os propongo escuchar, en clave de Galilea, la canción del grupo de Ain Karem titulada "Como la cierva". Y os propongo escucharla dos veces, es una canción muy cortita, y así profundizar un poco más en el mensaje de este salmo 42, que es tan hermoso.
Como la cierva que busca corrientes de agua
mi alma te busca a ti, Dios de mi vida.

Cuando volveré a ver tu rostro mi Dios.
De ti siento nostalgia.

¿Por qué me encuentro abatido?, esperaré en ti.
Tú eres mi Dios y mi vida.

De día me brindas tu amor. De noche te cantaré.
Mi oración, mi vida es para ti.

Vayamos a nuestra Galilea a buscar, como la cierva, la corriente del agua viva que es Dios.

¡Feliz tiempo Pascual!

viernes, 23 de marzo de 2018

JUNTO A LA CRUZ

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Hola a todos.

Y muy feliz día de nuestra Madre Dolorosa.

Junto a la Cruz de Jesús estaba su Madre.

Junto a ella. Sin escapar del dolor que sentía. Sin huir del dolor de su Hijo. Mirándole, animándole, dándole confianza.


Así estuvo Madre Dolores. Junto a las cruces de quienes en su tiempo estuvieron en ella.

Primero fue su madre, y luego su padre, a quien no dejó en ningún momento.

Después su hermana, que padeció una enfermedad que la dejó inválida. Y continuó con el cuidado de sus tíos hasta su muerte.

Junto a las cruces, sin huir, animando, cuidando, mimando como María a Jesús.

Y, cuando pensaba que iba a "descansar", Dios puso otros "Cristos" en su camino. Otras personas que, como Jesús, eran "despreciables, desecho de hombre, varón de dolores, ante quien se oculta el rostro". Pero lo eran en femenino: "despreciables, desechos de mujeres, mujeres sufrientes ante quienes la sociedad ocultaba el rostro".

Y allí, junto a sus cruces, estuvo Madre Dolores. De pie, sin mirar a otro lado, sin esconderse ni temer que a ella también le negaran el saludo o le llamaran de todo.

Intentando hacer lo posible por "rescatar" de sus cruces a los crucificados; y si no se puede, al menos sin abandonarlos a su suerte; acompañándolos en silencio; escuchando sus quejidos y orando por ellos y junto a ellos.

Imitando a María Dolorosa, cuyo nombre llevaba.

Una imitación a la que, como Filipenses Hijas e Hijos de María Dolorosa, estamos todos llamados.

Porque, en nuestras vidas diarias también nos rodean los crucificados. No hace falta irse muy lejos a buscarlos: la enfermedad de un familiar, un hijo que pasa por dificultades, problemas laborales que, a lo mejor, no son nuestros, pero que afectan a quienes tenemos cerca.

También puede ser alguna persona que conocemos en el trabajo y que parece "perdida" sin saber dónde acudir. Porque en una sociedad como la nuestra, en la que los medios de comunicación social nos invitan a "compartir" y a "aplaudir", o decir "me gusta"; es difícil compartir la dificultad, la pena, el sufrimiento.

¿Quién va a poner en su página de Facebook que está sufriendo por algo?, ¿quién le va a poner un "me gusta"?

Y si alguien lo pone será porque ya no es sufrimiento, sino rabia. ¡Qué fácil es expresar la rabia y el enfado en las redes sociales!, y ¡qué poco pensamos en el daño que podemos hacer expresándonos así, que la mayoría de las veces es en tonos ofensivos!

Y, si la persona a la que ofendemos no lo ve, estamos haciendo daño a los que lo leen.

Últimamente suelo ver por estos medios reacciones agresivas incluso en personas católicas; qué poco ejemplo damos, a veces, simplemente por "reenviar" mensajes que, podemos leer y hasta estar, en alguna medida, de acuerdo; pero que, como cristianos, debemos convertir en oración por la persona que hace mal, aunque nos lo haga a nosotros.


Eso fue lo que enseñó Jesús. Eso fue lo que hizo María al pie de la Cruz.

¿Os imagináis a María al pie de la Cruz gritando en contra del emperador, o de los sumos sacerdotes?

Habría tenido derecho.

También lo habría tenido Jesús.

Pero no nos querían enseñar eso.

Devolver bien por mal. Orar por los que os persiguen. Poner la otra mejilla...

Nuestras constituciones, el espíritu que todos nosotros compartimos, nos pide "acoger en nuestro corazón incluso los deshechos de una humanidad rota".

A veces podremos hacer algo. Otras no. Pero lo que estamos llamados a hacer siempre es acompañar. Estar junto, no abandonar.

Porque si la presencia de María al pie de la Cruz libró a Cristo de la tentación de la desesperación y le ayudó a poder decir "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu"; nuestra presencia puede ayudar a quienes nos rodean a decir lo mismo, a convertir sufrimiento en liberación. Porque se descubra que lo radical no es el sufrimiento, es el amor.

Y si damos amor a quien está a nuestro lado, ese amor liberará. No quitará el dolor, pero liberará de la esclavitud del dolor.

Es el misterio del Amor.

Es el misterio de la Cruz.

Es el misterio de la Corredención.

Miremos a María junto a la cruz cuando veamos a alguien en la cruz.

Miremos a Madre Dolores junto a la cruz cuando queramos imitar a María y no sintamos en nosotros la fuerza. Porque si Madre Dolores encontró, como le dijo a ella el Padre Tejero, en ella la luz, la imitación, el consuelo y la fortaleza. Nosotros, mirando a Madre Dolores y a María, podremos encontrar también la luz que nos guíe, la imitación que nos empuje y la fortaleza que nos sostenga.

Con la canción de hoy, titulada "La fe de María", de Son By Four, os invito a elevar vuestra oración al Señor para que, como María, como Madre Dolores, seamos capaces de amar por encima de nuestras comodidades y gustos.



¿Qué hubiese pasado si ella hubiese dicho que no,
o ignorado, o dilatado el anuncio de tu ángel de amor?
En cambio creyó en Tu Palabra y se hizo tu esclava en un acto perfecto y de fe.
Y hoy quiero ser como ella y amarte, aunque fueran las espinas y el camino de la cruz.

Dame la fe, Señor, la fe de María; para decirte sí. ¡Oh, sí!, un sí sin medidas.
Dame la fe, Señor, la fe de María; para renunciar a mí y entregarte mi vida.

Aunque traspasaron con una espada su corazón
Y su alma lloró el dolor de tus heridas; a los pies del madero se quedó
y hoy ella es nuestra Reina y Señora; y Tú nos incorporas a tu eterna familia de amor.
Y yo, en tu amor quiero permanecer, postrado a tus pies. Es lo único que un día llevaré.

Dame la fe, Señor, la fe de María; para decirte sí. ¡Oh, sí!, un sí sin medidas.
Dame la fe, Señor, la fe de María; para renunciar a mí y entregarte mi vida.

Que tengáis muy feliz día de María Dolorosa y feliz Semana Santa.

sábado, 3 de marzo de 2018

¿A QUIÉN QUIERO AGRADAR?



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Hola a todos:

El día tres de febrero inauguramos, con una solemne eucaristía, la celebración del Bicentenario del nacimiento de nuestra Fundadora, Dolores Márquez. Si en la celebración del centenario de su muerte aprovechábamos para recordar su deseo de ser toda de Dios, este día recordábamos que ella decía que el predominante deseo de toda su vida, y toda su aspiración era "agradar a Dios".

Primero fue en ella el querer ser grata para Dios, y posteriormente, cuando su conciencia sobre su ser de criatura fue creciendo, se dio cuenta de que sólo sería feliz si se dejaba poseer por Dios. Un paso lógico en un alma abierta a la presencia absoluta de Dios en su vida y en su realidad diaria.

No fue la vida de Madre Dolores un camino de rosas; pues ya desde su infancia tuvo que pasar por situaciones difíciles y coyunturas en las que la elección no era sencilla. Como cuando aquel joven la pretendía y cuando su padre le dijo que no le convenía, fue valiente y obedeció al padre. O, cuando eligió quedarse soltera y cuidar a su hermana pequeña; o  cuando, a la muerte de su hermana, decide seguir en el pueblo con sus tíos.

Pero elecciones así no son fáciles; estas son generalmente cosas que quedan en el silencio, ocultas; por las que nadie nos va a aplaudir. Son las decisiones que en las redes sociales serían tachadas de "tontas". ¿Cuántas veces no hemos oído decir: "mira que no ir al viaje sólo porque..."?, "pues ahora todos lo hacen, ¿por qué tú vas a ser menos?"

Resultado de imagen de fieles a dios
Deseo imitar a la Virgen, cuyo nombre llevo. (Madre Dolores).

¡Qué fácil nos resulta juzgar las decisiones de los demás sin saber la intención que les mueve!

¡Qué fácil hacer lo que los demás, aunque algo nos diga en el fondo que no está bien!

Y, ¡qué fácil parece todo en los medios de comunicación! Sólo hay que elegir mirando el propio ombligo. Ya hasta tiene nombre: "¡Practica el yoismo!" Primero yo, después yo, y si queda algo, me lo pido. ¡Así de sencillo!

Recuerdo una ocasión en que una persona conocida mía se encontró sola con sus hijos tras un accidente de coche. Me contaba que no sabía qué tenía que hacer, pero que en esto se acordó de que siempre había tenido a la Virgen por modelo; y entonces se preguntó: "¿Qué haría la Virgen si le hubiera pasado esto?". Me dijo que, a partir de ese momento no tuvo más dudas, ya todo fue sencillo.
No recuerdo qué fue lo que hizo; pero sí la cara de satisfacción y tranquilidad que se le puso.

Pero, para nosotros hoy es bastante difícil encontrar un modelo. Y, por desgracia, casi nunca lo buscamos en Dios, o en la Virgen o los santos. Ahora tenemos otros modelos: los que tienen más seguidores en facebook, o los que "arrasan" en youtube, o los que son "políticamente correctos".

En tiempos de Madre Dolores también había modelos de este estilo; y más para ella, que se movía entre los miembros de la clase social alta, la "jet" del siglo XIX.

Pero ella eligió a la Virgen, "a la que deseaba imitar y cuyo nombre llevaba".

Eligió agradar a Dios, no a los hombres.

No estoy juzgando a los que eligen según la forma de ver del mundo; estoy diciendo que es difícil no hacerlo. Sobre todo, porque casi siempre que elegimos en clave evangélica nadie se entera, no salimos en las noticias, no somos importantes; más bien al contrario, incluso si lo queremos contar tenemos que decir: "¡No, si la tonta fui yo, que me quedé sin viaje!", o "Es que yo siempre soy el bobo que cargo con todo; y mientras los demás divirtiéndose".

Es que no nos atrevemos a decir las palabras verdaderas: "¡No!, si la generosa fuiste tú, que hiciste el favor a los demás para que pudieran hacer el viaje sin preocupaciones"; "Es que tú siempre eres el servicial que no buscas paga por ayudar a los demás".

No digo que nunca vayamos al viaje, ni que siempre seamos los que lo hacen todo. ¡No!, no se trata de eso; se trata de que cuando elijamos tengamos la libertad de hacerlo, y elijamos lo que realmente nos convierte en la persona que siempre hemos querido ser.

Eso fue lo que hizo Dolores Márquez. Eligió cómo quería ser, y paso a paso, día a día, año a año y en cada momento, fue dueña de sus elecciones; porque tenía claro que si quería responder a la imagen de persona en la que quería convertirse, unas decisiones agradarían a los demás, y otras no. Pero siempre quiso elegir las decisiones que agradaran a Dios; con quien iba a pasar más tiempo, en la tierra y después de su muerte.

Y eso es lo que hace que hoy, doscientos años después, la Iglesia la haya aceptado como modelo de comportamiento cristiano. Como modelo de vida que, ciertamente, lleva a la VIDA (con mayúsculas).

¡Claro que eso no hace más fácil para nosotros tomar decisiones!, pero debemos saber que, si ella, que era como nosotros, pudo con la ayuda de Dios. ¿Por qué Dios nos va negar a nosotros su ayuda?

Confiemos y pidamos a Dios su ayuda. Así podremos obrar según nuestro corazón y nuestra conciencia, y no nos inundará la tristeza que viene de saber que no estoy haciendo lo que quiero sino lo que me impone la sociedad.

Y, como es difícil sustraerse de tantas exigencias como nos impone la sociedad y los medios de comunicación, con la canción de hoy os invito a pedir a Dios su ayuda y que nos haga fieles. Fieles, en primer lugar a nosotros mismos y, en consecuencia también a Él y a nuestros hermanos. Puede recordarnos esta canción ese deseo y esa necesidad que nuestra alma tiene de Dios, para agradarle a Él como nuestra Fundadora, para estar agusto con nosotros mismos y, ¿por qué no?, también para que nuestros hermanos se sientan bien con nosotros. La canta Maite López en su disco "Amarás", y se titula "Fieles".

Haznos fieles a ti,
fieles a tu palabra,
fieles a tu voz,
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Reloj de Sol y Brújula
a tu voluntad,
fieles a tu evangelio,
a la buena noticia,
haznos fieles como eres tú.

Fieles, fieles,
cuando es de día
y de noche también.
Fieles, fieles,
a tu lado, contigo, por ti, para ti.

Haznos fieles al sur,
fieles a los pequeños,
fieles en la lucha
por un mundo mejor.
Fieles a los pobres,
a los excluidos,
Haznos fieles como eres tú.

Fieles, fieles,
cuando es de día
y de noche también.
Fieles, fieles,
a tu lado, contigo, por ti, para ti.
En la calma y en la tempestad.

Haznos fieles al pan,
fieles a tu cuerpo,
fieles a este vino,
a la comunión.
Fieles sin complejos,
fieles apasionados.
Haznos fieles como eres tú.

Fieles, fieles,
cuando es de día
y de noche también.
Fieles, fieles,
a tu lado, contigo, por ti, para ti.
En la calma y en la tempestad.

¡Feliz mes de marzo a todos!