martes, 30 de junio de 2015

LAZOS DE CARIDAD

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Hola a todos y todas:

Hace unos días falleció en Sevilla nuestra hermana Madre Ana María Laffón, que próximamente cumpliría los cien años.

Madre Ana María Laffón en su 99 cumpleaños.


Sabemos que ya se encuentra en el cielo, en la congregación de los santos y los ángeles que siempre alaban a Dios.

Como diría Madre Dolores, hablando de la muerte de Madre Rosario Muñoz, la primera religiosa de nuestro Instituto, acaecida en el año 1875, "La muerte ocurrida nos avisa de lo indisolubles que son los lazos de la caridad que nos ha unido."

En las primeras constituciones de la Congregación, aprobadas en el año 1865, ya se hablaba de estos lazos de caridad, pues en el capítulo dedicado a las separación de las Congregantes dice:

No porque pueda romperse el lazo que une a las congregantes con la congregación se ha de suponer menos consistente, ni ha de creerse que baste cualquier motivo para separar lo que unió la caridad, que es fuerte, como la misma muerte.

A continuación dice:

Así es que ni aún por la muerte debe creerse roto este dulce vínculo por parte de la Congregación.

Y, un poco  más adelante, leemos:

Permanecerá la unión de las congregantes con la congregación tan íntima e inalterable que ni aún por la muerte deben considerarse rotos los lazos de caridad que las unen.

La pregunta que nos surge es si los lazos que nos unen a cuantos nos sentimos Filipenses hijos e hijas de María Dolorosa son de verdadera caridad. 

Cuando se hila y se teje la seda se hace con muchísimo cuidado, para no romper los hilos, y que todos, cada uno en su color y dibujo, permanezcan unidos formando esas maravillas que podemos encontrar.

¿Ponemos nosotros el mismo cuidado en nuestras relaciones con quienes nos rodean?, o ¿nos dejamos llevar por este mundo corrupto, y sólo buscamos nuestro interés personal?

Miramos a nuestra sociedad, a nuestras naciones y al mundo globalizado en que vivimos, nos parece que ese cuidado ya no se ve, sólo encontramos división y rupturas, cada persona, cada grupo, cada sociedad cree que la suya es la única verdad, el único modo correcto de hacer las cosas, y que hay que imponerlos a costa de lo que sea.

Muchos se sienten "salvadores", otros muchos creen que sólo aniquilando a los que no son como ellos el mundo será mejor.

¿Qué pensamos nosotros?, ¿qué motor nos mueve en nuestras relaciones?, ¿qué lazos nos unen entre nosotros y con cuantos están cerca de nosotros?

Parece que el sacrificio de Cristo ha sido inútil, que los sacrificios de nuestros fundadores y de tantas hermanas y hermanos que han trabajado para construir la paz y la justicia al modo filipense han sido en vano.

Esto nos abate, y nos llama a abandonar el camino comenzado. A veces se nos hace muy duro seguir la senda del Evangelio con la alegría, sencillez, afabilidad y amor que san Felipe, el Padre Tejero y Madre Dolores vivieron hasta entregar totalmente sus vidas como Jesús, como María, como los Apóstoles y mártires.


La canción Prefiero el paraíso cantada por los alumnos
de nuestro colegio de Antequera

Cada día vemos en las noticias más cristianos masacrados, y tememos. Pero no perdamos de vista que somos seguidores de un crucificado, de San Felipe, tan atacado y perseguido en la Roma del renacimiento, de una mujer, Madre Dolores, que vivió martirizada por sus propias hermanas de congregación durante casi veinte años, del Padre Tejero un hombre que fue perseguido y maltratado durante la revolución y que recibió tantos ataques como alabanzas.

La fuerza de Cristo está en que no le quitaron su vida, sino que Él la entregó. La fuerza de Dios se hace presente cuando, pese a todo lo que nos rodea, seguimos tratando con amor a quien no nos lo devuelve. 

Esa es la salvación, convertir todas nuestras relaciones humanas en actos de amor, en lazos de caridad que nos unen con quienes piensan y hacen de un modo diferente al nuestro.
Ese es el espíritu de San Felipe, de Madre Dolores, del Padre Tejero; el amor que guió durante su vida a Madre Ana María Laffón. 

Sólo pidiéndole a Dios que nos ayude a amar, colaboraremos, al estilo Filipense, en la salvación del mundo, ya realizada en Jesús, pero sin terminar aún por los que deseamos seguirle.

No olvidemos que la muerte ocurrida nos avisa de lo indisolubles que son los lazos de la caridad que nos ha unido.

¡Madre Ana María Laffón, ruega por nosotros!

Os abrazan con cariño vuestras hermanas del equipo de Fundadores,